lunes, 24 de septiembre de 2012


                                          

 

SANTO TOMAS DE AQUINO (1224-1274)

La Pedagogía Tomista.
¬ Tomás de Aquino puede considerarse como el pensador medieval que realiza la síntesis más apreciable del pensamiento antiguo. De ahí su carácter representativo del pensamiento clásico, que es el motivo principal de su inclusión en el temario
¬ Santo Tomás fue un profesor de Teología. Para resolver las cuestiones teológicas de las que se ocupaba recurría a distinciones y conceptos filosóficos —principalmente de carácter aristotélico—: al hilo de esta filosofía formula su concepción pedagógica. Más que de una “filosofía de la educación”, en Tomás de Aquino debe hablarse de una doctrina pedagógica derivada de su pensamiento filosófico.
¬ Su contribución pedagógica consiste principalmente en: a) su noción de educación; b) el contenido de la formación moral; c) su concepción de la enseñanza y de la formación intelectual.
 La Noción de Educación.
¬ La definición de educación es: “conducción y promoción de la prole al estado perfecto del hombre que, en cuanto hombre, es el estado de virtud”. Este enunciado comporta los siguientes elementos:
a)    Conducción: significa la guía u orientación del educador; el crecimiento o desarrollo humano es asistido por el educador que le procura ayuda para el cumplimiento de su fin propio, esto es, para que sea el mejor y más adecuado desarrollo del hombre.
b)    Promoción: la educación no produce ni construye nada en el educando; sólo favorece —pro-mueve o mueve a favor— el crecimiento intrínseco en la naturaleza del educando; esto implica que la actividad educativa debe contar con el dinamismo propio del educando, no imponiéndoselo, aunque sí corrigiendo las desviaciones que puedan darse. Esto último exige un conocimiento o sentido de la finalidad.
c)    Prole: la educación tiene un carácter natural, y no artificial; es considerada como prolongación de la generación y de la nutrición de la prole; de esta consideración dimanan dos tesis: una es la titularidad primaria de los padres en la educación: éstos son los primeros y principales responsables de la educación; la otra es la duración indefinida de la educación por toda la vida, en cuanto continuación perfectiva en la existencia de la nutrición.
d)     Estado perfecto: la educación, obviamente, no otorga la vida, pero sí el estado de vida adecuado al hombre. Aquí, “perfecto” no significa “óptima y completamente acabado”, sino el mejor posible; “perfecto”, sobre todo, significa perfectible. La educación coadyuva a promover el mejor estado de vida para el hombre.
e)    En cuanto hombre: el perfeccionamiento humano se funda en la naturaleza del ser humano; no se establece desde ninguna instancia extrínseca a lo que él es. Esta afirmación se establece desde la doctrina metafísica de la participación en el ser y desde la doctrina antropológica de la perfectibilidad del ser humano, que se perfecciona a sí mismo al tiempo que perfecciona el mundo natural que le rodea.
f)     Estado de virtud: esto supone dos cosas: la primera es que la “virtud” es, sobre todo, el aumento y la posesión de la capacidad operativa, o sea, la potencia mejorada de obrar y hacer, según la cual el ser humano actúa del mejor modo posible y es dueño de su actuación —implícitamente se está aludiendo a la libertad—; la segunda es que el “estado de virtud” alude al sentido de la finalidad: el fin es que el hombre actúa del mejor modo según su naturaleza, según lo que es él, y según quien es él.
¬ En los textos tomistas el término “educación” está emparejado frecuentemente con los de “nutrición” e “instrucción” (enseñanza). Esto expresa la consideración unitaria respecto al perfeccionamiento humano: en lo material, la educación se vincula a la nutrición, que reporta el bien al cuerpo; en lo espiritual, se vincula a la instrucción o enseñanza que promueve el bien del espíritu.
¬ La educación, entonces, no es algo fortuito o accesorio para el hombre, aunque fuera un añadido de suma importancia, sino que es algo estrictamente necesario para el hombre, pues sin ella, no daría cumplimiento pleno —o perfecto— a su ser. Históricamente, es la primera vez que aparece esta valoración suprema de la educación. Desde ella se hace posible una afirmación de la educación como bien común a todos, y no sólo para una élite; aunque Tomás de Aquino nunca se pronunció a este respecto, lo que es comprensible en la sociedad radicalmente clasista de su época.
La Formación Moral.
¬ Según lo dicho sobre el estado de virtud, formación moral significa formación de las virtudes morales. Desde la doctrina antropológica tomista, la formación moral sería en rigor la formación de las virtudes más propiamente morales, en cuanto que corresponden al desarrollo perfectivo de los apetitos naturales o potencias apetitivas humanas:
Apetito concupiscible........................templanza
Apetito irascible................................fortaleza
Apetito racional.................................justicia
¬ Este esquema de formación de la virtudes, según la doctrina moral tomista, aboca en la virtud de la prudencia, que es moral por su materia e intelectual por su forma; esto es, tiende a un bien como toda virtud moral, pero su acto propio no es apetecer o querer, sino elegir. Entonces, atendiendo a la prudencia como culminación de la formación moral, el esquema anterior podría expresarse así:
Educación de la afectividad............................templanza y fortaleza
Educación de la voluntad................................justicia
Educación del entendimiento práctico............prudencia
¬ Según la posesión de la potencia que entraña la virtud, la formación moral implica el dominio de los apetitos susodichos, pero entendiendo debidamente la noción de “dominio”:
a)    Dominio despótico: es el que tiene la razón sobre el cuerpo, por el que las manos, los pies o cualquier otro órgano corporal obedecen inmediatamente los dictados racionales —salvo en caso de enfermedad.
b)    Dominio político: es el que tiene la razón sobre los apetitos, pues éstos pueden oponerse a los dictados racionales, ya que no sólo dependen de la razón, sino también de la sensibilidad, que no es racional.
¬ El dominio de la virtud sobre los apetitos es de carácter político, no despótico. Esto significa que no debe —ni puede de hecho, aunque lo intente— reprimirlos, sino que debe guiarlos y excitarlos (conducirlos y promoverlos) al bien. Además, según la unidad de ser y de vida del hombre, es propio de esos apetitos el ser conducidos por la razón hacia el bien; es lo propio de su naturaleza.
¬ Entonces, la formación moral consiste en la repetición de actos apetitivos que tienden al bien. Ésta es la vía para desarrollar las virtudes morales, en cuanto que son hábitos operativos buenos. Las virtudes morales no consisten en un saber, sino en un habitual apetecer recto. De esta manera, las virtudes morales van conformando la segunda naturaleza, no contradictoria, sino complementaria con la primera u originaria naturaleza.
¬ ¿Cómo se suscitan los actos que deben reiterarse para el desarrollo de las virtudes morales? Por dos vías básicas: la doctrina y el ejemplo.
a)    Doctrina: no es la enseñanza de un saber teórico, sino de un saber práctico; no se trata de enseñar qué es la virtud, sino cómo obrar de modo acorde con el bien. Debe darse esta enseñanza en la formación moral por cuanto el hombre es un ser racional, y debe conocer los motivos de su acción; por ello mismo, la doctrina debe ser adecuada al conocimiento de los motivos para actuar que pueda tener y comprender el educando; por eso será diversa, por ejemplo, según la edad. No obstante, siendo indispensable, la doctrina no es suficiente por sí sola.
b)     Ejemplo: además de la doctrina se precisa la vía eminente del ejemplo. No se trata de discutir o discurrir sobre casos “ejemplares”. Ejemplo, aquí, significa acción, situación, o incluso una entera conducta moralmente imitable, esto es, ejemplificante, en el sentido de que mueve a obrar análogamente. Por eso, respecto a la repetición de actos, es más eficaz que la doctrina que se enseña con palabras; el ejemplo, en cambio, se muestra a sí mismo.
¬ Otras vías menos directas son las sanciones, esto es, los premios y los castigos, pero entendidos en sentido formativo, y no jurídico: no son sanciones morales o jurídicas a las conductas, sino medios para su corrección, necesaria en cuanto que se desvían del  bien.
La Formación Intelectual.
¬ Consiste en la formación de las virtudes intelectuales, pero partiendo de dos virtudes primarias o dadas naturalmente; esto es, que obran por sí mismas: el intelecto o hábito de los primeros principios teóricos y la sindéresis o hábito de los primeros principios prácticos (*).
¬ La formación intelectual se realiza de dos maneras: por descubrimiento (inventio) o por enseñanza (disciplina). Para Tomás de Aquino, aunque aprender por descubrimiento es perfectamente posible, resulta preferible la enseñanza por dos razones: se gana tiempo y, sobre todo, se aprende de modo seguro mediante el saber del maestro.
¬ La enseñanza es una ayuda, y el maestro es la causa coadyuvante del aprendizaje del discípulo. La relación entre enseñar y aprender no es la de una transmisión o transfusión de ideas del maestro al discípulo, sino una presentación de los procesos racionales mediante los cuales se adquiere el saber: no se trata de que el discípulo acoja y reedite las ideas y conceptos del maestro, sino que reproduzca en sí mismo el proceso de adquisición del saber mediante la ayuda del maestro.
¬ El discípulo tiene una capacidad o potencia activa para adquirir el saber; mediante ella, puede aprender por descubrimiento (inventio). Pero esta potencia activa es compatible con la ayuda del maestro mediante su enseñanza. En este proceso de reproducción de los procesos racionales se adquiere el saber al tiempo que se desarrollan las virtudes intelectuales.
¬ El arte del maestro es análogo al del médico. Éste, propiamente, no cura, sino que sólo asiste y potencia a los procesos naturales en el organismo del paciente, que es quien realmente se cura. Así se realiza el principio de que el arte sigue a la naturaleza (ars imitatur naturæ), propio de la filosofía clásica de raíz aristotélico-tomista.
¬ El proceso del aprendizaje mediante la enseñanza se establece en tres momentos, según lo que hace el maestro, que consiste en:
a)    exponer los principios del saber a la consideración del discípulo;
b)    llevar dichos principios a sus conclusiones propias;
c)    proponer ejemplos sensibles que los ilustren y permitan la formación de imágenes en el discípulo.
¬ Por último, debe señalarse que Tomás de Aquino no establece una separación o disyuntiva absoluta y excluyente entre virtudes morales y virtudes intelectuales. Por eso, en la génesis o desarrollo de éstas cuentan también aquéllas, y especialmente dos de ellas: la estudiosidad, que modera el afán y el trabajo de saber, y la docilidad, que busca y recibe el consejo para saber.

Cuestiones de Desarrollo.
El término “construcción” —de la personalidad o del aprendizaje— ¿expresa adecuadamente la noción tomista de educación?La afectividad debe ser controlada por la razón. ¿Qué significa y qué no significa aquí “controlar” respecto de la formación moral?¿Es congruente la noción actual del educador como “facilitador del aprendizaje” con la concepción tomista?
La educación es la comunicación del saber por parte del educador al aprendiz. ¿Qué significa esto desde la concepción tomista de educación?


*. Aún no se ha establecido de forma concluyente, y tan concreta como en la formación moral, cuáles son las virtudes intelectuales que deben ser desarrolladas en la formación intelectual, según la concepción tomista. No obstante, siguiendo la tradición aristotélica cabría mencionar a la virtud de la ciencia —capacidad de extraer conclusiones de los principios—; la virtud del arte —el saber hacer o recta razón de lo factible— y la de la sabiduría o hábito de los primeros principios del ser

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